En una burbuja

De algún sitio saqué energía y luché una vez más.

 

No me conformé y no le dije a la psicóloga todo va bién cuando me dijo que tal... Le dije todo lo que sentía, que todo estaba mal, que mi alma se rompía, que sentía una mano que me atenazaba por dentro y me estrujaba más y más el corazón. Que no dejaba de llorar y que cuando lo hacía me sumía en una sensación tan estéril, tan de vacío que me hacía desear que durase siempre para no sentir más dolor. Pero que cuando sentía dolor y lloraba volvía a rezar como de niña pidiendo a dios, que si de verdad existe no deje que el vacío lo ocupe todo. No deje que sea una mujer como tantas, sin ilusiones y sin ganas de vivir. Que pasa por la vida limitándose a estar, a ver pasar los días. Que no siente ni padece, que no ama, que no sufre, que no llora, que no ríe que no vibra... Porque ahora mismo llorar es lo único que me demuestra que sigo viva...

 

Cuando llegué a casa me esperaba otra sorpresa. Una tras otra, luego me preguntan porqué odio la Navidad... siempre pasa todo en esta época. Mi abuelo está mucho peor, le han aislado porque tiene una infección por una bacteria muy contagiosa. Ya sólo se le puede entrar a ver con máscara y bata a través de una estúpida burbuja. Ya no se le puede tocar, ni besar, ni acariciar, ni tomar la mano... que forma más cruel de pasar los últimos días de la vida... con todo el mundo alrededor, pero sin poder sentir su calor... y extrañamente, no sé porqué, me siento como el...